Cuatro años: Para unos ¿solo? para otros ¿Ya! y para mi 1460 días...


Hay días que huelen a ausencia y se visten de tristeza...


¡Que relativo es el tiempo! 


He tardado casi cuatro años en sentir que podía volver a sonreír, en aprender a amortiguar el dolor que provoca la ausencia de quien más se quiere, en recomponer mi corazón, en apaciguar mi cabeza, y en hablar de tu ausencia con cierta naturalidad...

Es cuestión de tiempo, me dijeron una y otra vez, pero uno se resiste a aceptar la despedida de quien más se quiere por miedo al olvido.

¡Qué bonita la vida! Unas veces te da y otras te quita. Te pone del revés y te hace empezar de cero. Y, entonces aprendes a sonreír; de otra forma, ¡eso sí!, porque en esa mirada que sonríe albergará siempre un recuerdo. Empiezas a caminar otra vez y lo haces muy lentamente hasta volver a coger el ritmo vital, ese que te permite disfrutar de nuevo cada día, te abre los ojos, te pone los pies en la tierra, te deja claro que de nada sirve la prepotencia porque estamos de paso, ese ritmo vital, diferente al que tenías, que hace que valores el tiempo, tu tiempo y el que te dedican los demás, que te deja claro que siempre hay que agradecer a los que se quedaron al lado, que ellos son los que verdaderamente sintieron afecto y aprecio...y es entonces cuando uno se da cuenta que es el verdadero mensaje de una despedida definitiva. 


Por ti una rosa blanca, de la mano siempre tu ausencia disfrazada y el recuerdo de tu bella y cómplice sonrisa.

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